LA CUARESMA: camino hacia la Pascua.
Ante un mundo que divide y enfrenta a los hombres, un mundo que se está deshumanizando y crea soledad, urge abrirnos y convertirnos más a Dios. La cuaresma es tiempo privilegiado para escuchar la Palabra de Dios, no con oídos sordos sino con apertura de corazón que nos lleve a convertirnos mediante el sacramento de la reconciliación, la vida sacramental y la solidaridad con quienes nos rodean.
Tiene una meta, un punto de llegada que es la Pascua; no hay cuaresma auténtica sin Pascua; nos invita a centrar los ojos en Jesucristo y a seguirlo hasta la Pascua, es decir, hasta la entrega de la propia vida; por eso para los católicos la cuaresma es tiempo fuerte de oración, ayuno y limosna; signos que muestran nuestra conversión y seguimiento fiel de Jesucristo.
¿Qué encierra para el católico la oración, el ayuno y la limosna?
1- Oración Cristiana.
Orar es hablar, relacionarse, tratar con Dios al estilo de Cristo; de ahí el nombre de oración cristiana; hoy es palpable, en no pocos, no solo la falta de relación y trato con Dios sino hasta el olvido de Dios. Buscar y hacer la voluntad de Dios constituye el corazón de la oración cristiana; de allí la enseñanza de Cristo “Hágase tu voluntad”.
En la oración acudimos a Dios porque lo necesitamos para realizarnos y para vencer el mal solos nunca lo lograremos; el egoísta y orgulloso nunca es feliz, no logra su realización, ni mucho menos proyecta amor. La oración cristiana sostiene y fecunda las actividades y la misma vida humana.
Es necesario ejercitarnos en la oración personal, familiar y comunitaria; no olvidando que la auténtica oración cristiana siempre culmina en la oración litúrgica, en la vida sacramental.
2- Ayuno.
El ayuno cristiano está muy lejos del masoquismo y de la protesta; no es difícil hoy constatar “ayunos” como medio de protesta social: huelgas de hambre; es utilizado para mejorar la salud o estar en forma: dietas médicas, ejercicios físicos, etc.
El ayuno cristiano es mucho más que todo esto y su diferencia es clara; es abstenerse de alimentos, sacrificarse y ejercitar el cuerpo para estar siempre disponible al amor de Dios, ser más sensible a la vida de amor y de caridad, para abrirse más a Dios y a los demás. Está en función de la caridad; si es auténtico, se proyecta en el compartir y en la solidaridad. Va unido a la oración, la fortalece, dispone el cuerpo al querer de Dios; por esto, en los tiempos fuertes y en situaciones apremiantes, la Iglesia pide unir el ayuno a la oración, por ejemplo, el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo; de aquí las palabras de Jesucristo: “Esta clase de demonios no puede salir con nada, sino con oración y ayuno” (Mc 9, 29)..
Como el atleta que no deja de hacer ejercicio y entrena hasta vencer los obstáculos para lograr las metas propuestas, el creyente no deja de hacer penitencia hasta mantenerse unido a Dios y ser capaz de vencer el mal.
Fortalece el espíritu, eleva, abre a Dios y a los demás, debilita las fuerzas del mal: egoísmo, sensualidad, inclinaciones al mal, pasiones.
3- Limosna.
La limosna, en la tradición cristiana, es expresión de caridad, de solidaridad, de fraternidad; es un medio que muestra tomar con seriedad el mandamiento del Señor: “amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mc 12, 31). No hemos de reducir la limosna a dar de lo que sobra sino compartir de aquello que necesitamos, dar-compartir “hasta donde nos duela”. Aquí se inserta el espíritu cristiano del ayuno: dar a los necesitados lo que no comemos o ahorramos; como decía San Agustín: “Que nuestros ayunos alimenten a los que no tienen que comer”.
La limosna no se reduce solo a compartir lo material. Sino a compartir nuestro tiempo, nuestras cualidades, capacidades, influencia en bien de los más necesitados; urge la limosna de parte de padres de familia, maestros, servidores públicos, sacerdotes, jóvenes, en el campo de la salud y de la justicia.
Tres elementos muy importantes muestran el camino para vivir esta cuaresma, ¿En este año podrás llegar a la Pascua?